“Ad mea, decepti iuuenes, praecepta uenite, quos suus ex omni parte fefellit amor. Discite sanari per quem didicistis amare; una manus uobis uulnus opemque feret.” (vss. 40-44)
“A mis enseñanzas, decepcionados jóvenes, acudid, a los que por todas partes os falló vuestro amor. Aprended a ser sanados gracias a quien aprendisteis a amar; esa mano os herirá, y os dará la cura.”
En estos versos encontramos dos tópicos literarios bien repartidos en dos versos cada uno: el preaceptor amoris en los primeros dos versos, haciendo un llamamiento a los jóvenes desengañados por el amor, y el remedia amoris en los dos últimos.El tópico del praeceptor amoris, por el que el autor se proclama maestro en el arte de amar y da sus consejos a quien le lee. Por supuesto Ovidio en cierta manera lo parodia, ya que aquí no es maestro en el arte de amar, sino en el de dejar de amar. Es llamativo cómo queda aún más marcado el tópico al abrir el verso con “ad mea” («a mis…») recalcando la procedencia de los consejos y no con la llamada a los lectores o con la palabra “praecepta”. Además es notable la rotura del sintagma preposicional «ad mea praecepta» por el vocativo que introduce, por supuesto a efecto de llamar la atención sobre esta frase.
En los dos versos siguientes aparece el tópico del remedia amoris: el amor tiene curas, y Ovidio nos las enseña autorizado por Apolo. De hecho, toda la obra es una extensión de este tópico.Estos dos versos están muy elaborados y tienen una estructura, un vocabulario y un orden de palabras muy pensados.
Se puede resañar en primer lugar la aparición de términos como “sanari”, “vulnus” y “opem”, pertenecientes al campo semántico, en efecto, de la cura.
Es más, en el último verso se aprecia muy claramente la cercanía nada fortuita de términos como “uulnus opemque” (herida y cura), ambos pegados y en el mismo caso (aunque con desinencias distintas), pero aumentando en esta posición los caracteres bien opuestos de la misma mano.
El caracter didáctico de esta obra de Ovidio (como el Arte de Amar) aparece marcado en esta parte del proemio con este “discite”, repetido con una derivatio (una palabra en el mismo verso pero con desinencia distinta o, como en este caso, conjugada) y en dos sintagmas verbales de verbo + infinitivo: uno encabeza el verso, otro lo termina confiriéndole simetría. Hay que señalar que estos versos se encuentran abriendo la segunda parte del proemio de la obra, por lo que unen en escasos versos, como ya he dicho, una llamada a los lectores y un adelanto del tema de la lectura de un modo breve y preciso.
Sobre el significado de los versos… Ovidio es tan exacto en sus palabras que no queda mucha duda. Otra cosa es que el lector comparta o no su opinión. Queda bien clara la contradicción de los actos que pueden llevar a cabo las manos, que pueden herirte o curarte, que podrían ser tomadas como una metáfora: las mismas personas que te hacen bien, pueden hacerte mal, y al revés. O como dice el refranero castellano, tan breve y conciso como Ovidio pero en el sentido contrario: «quien bien te quiere, te hará llorar».
Estos versos son un ejemplo de los muchos que encontramos en Ovidio que encierran un «sentir universal», por así decirlo, en una expresión tan trabajada (pero clara), breve y terriblemente reveladora. Por esto, en mi opinión, gusta tanto su obra.
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